Iba caminando por mi calle, (digo que es mía porque ahí vivo ¿algo envidioso no? je) dispuesto a realizar todo lo que me habí­a programado durante la mañana. Agarré mis llaves, mi cartera, creo que estaba listo. Y así como si nada me dirigí­ a la parada del camión; serían como 6 cuadras pero esas 6 cuadras hicieron recordarme que es lo que querí­a para mí­ e infinidad de cosas más. Seguí­a caminando, crucé la calle y me quedé como 10 minutos esperando al camión; otros 10 días minutos para mí­ solito, en ellos estaba imaginando que si la señora que estaba enfrene mío cruzara la calle corriendo indudablemente sería aplastada por los peseros (peseros.. ¿¡¡que clase de nombre para el transporte público?!!: peseros...) que suelen pasar tan rápido, que por cierto, me subí­ a uno de esos; en que tuve que aferrarme al asiento con uñas y dientes!!! no, dientes no, me daría mucho asco!... porque sentía que se iba a estrellar, entonces como estaba en los asiento de atrás pensé: -seguro chocamos y salgo disparado desde acá hasta el parabrisas- pero no fue así, llegué sano al banco. Ya en él me puse a buscar las malditas fichas de depósito que no estaban por ningún lado, fui de un extremo a otro y me imaginé lo cagado que seguro me estoy viendo en las cámaras de seguridad y aún mas gracioso para los polEcí­as que las "ven". Pero bueno, hice lo que tenía que hacer en la ventanilla 19 y ahí vamos, de regreso a la casa. Pero claro, por el puente peatonal, porque ¡¡como me enferma la gente que se cruza como perros callejeros corriendo de un lado a otro!!. Subí­, muy tranquilo y me quedé un ratito viendo como estaba la ciudad a medio dí­a, relajada, seguramente porque son vacaciones.
Bueno, tenía que llegar a mi casa ¿verdad? pues ahí­ me tienen de regreso en un camión de los verdes grandotes, que la vedad me gustan mucho porque tienen los asientos acojinados y son mucho más amplios pero ¡oh gran sorpresa! este cabrón también tenía prisa y sentía como mis vértebras se expandían y contraían en cada tope, como si fuera un resorte je. Ya en la esquina, había que tomar esas mismas 6 cuadras que en un principio me dijeron que era lo que quería, pero ahora me decían: chale, que chida es la Cd de México.