México 1948: Soy un señor de no más de 45 años, de cabello castaño oscuro, gafas negras y un sombrero negro son mis inseparables amigos para salir a la calle. Al sur de la ciudad, ahí por San Ángel es donde prefiero recorrer las calles empedradas y un tanto estrechas, admirar los balcones de las casas que se dicen ser de descanso o de campo; es muy bello, deberían de darse cuenta que casi la mayoría tienen en sus ventanas macetas de barro con grandes enredaderas en donde tal vez, un enamorado, algún día, pueda trepar por ellas y alcanzar a su mujer.
Sigo caminando y disfruto de los árboles que a sus pies tienen "lágrimas", unas pequeñas plantitas de no más de dos centímetros que en conjunto forman las mejores almohadas si quieres descansar en ellas. Continuando con mi paseo vespertino me doy cuenta de que en una de las casas más elegantes de la zona se escuchan las noticias: -Barragán continúa su proyecto del Pedregal, -Emilio Fernández estrena el Salón México, -Miguel Alemán anuncia que se terminó la línea de ferrocarriles que va de Sonora a Baja California-. La señorita que se encontraba aseando el lugar se dio cuenta de mi presencia tan "peculiar" afuera de su casa, así que mejor sigo caminando, no vaya a ser que se moleste.

Continuará...