Siguiendo con las fotos de las chicas, también estaba la de Sirene, la vidente; aquella niña que me encontré en la feria y que decía conocerme. Bueno, pues aquí esta su fotografía en donde sale sentada en una silla de ruedas, pero no porque no pudiera caminar sino porque era la mejor forma de divertirse cuando su bisabuela (dueña de la silla) se encontraba dormida a causa de los sedantes que tenía que tomar a causa de una artritis en sus piernas.
Sirene siempre se caracterizó por tener una gran imaginación de donde provenían seres totalmente ajenos a lo que la demás gente llamaba normales. De ahí que haya tenido pocos amigos desde pequeña, si acaso, los chicos que salían a jugar después de haber terminado su tarea; pero eran sus amigos porque ella así lo decidía.
En una tarde cualquiera se sentó en el parquecito que se encontraba justo detrás de su casa a ver a los niños jugar, y encontró a uno en especial que le llamaba la atención. Se trataba de Joaquín, aquél pequeño inquieto que llevaba siempre su pelota roja para hacer con ella las más excéntricas "dominadas" de la colonia que robaba la atención de chicos y grandes, por supuesto que de Sirene también, si no, no hubiera hecho tanto drama con su madre para que la dejara salir la tarde del martes. Esa mañana había soñado con la pelota roja sola sobre el parque, sin Joaquín elevándola por los aires. Presintió que algo malo había pasado y no estaba ahí para ver a su deportista favorito siquiera por última vez.
Afortunadamente no fue tan trágico, Joaquín había tropezado con una piedra y se raspó la rodilla, pero ¿cómo era que sabía que algo había ocurrido? Se tardó unos años y muchas amistades en descubrirlo; ni hablar, no siempre se gana.
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