Este día en el circo fue como un pez tornasol. De un lado de la carpa se encontraba mi compañero de cubículo con una cara larga que arrastraba por el piso, una voz entrecortada que no le entendía mucho, pero sí lo suficiente para suponer que si se había encerrado en su oficina era para hablar con aquella persona que supongo se le fue y desahogarse un momento.
De lado contrario, estaba tu voz que me causó semejante impresión que no pude decir todo lo que sentía, pero estoy seguro que entendiste el sonido de mi silencio que decía que te extrañaba.
Junto a ambas, la culpa y el sentimiento por haber hecho llorar a un amigo que me estima demasiado; el cual jamás creyó lo fuerte que llegarían a ser mis palabras cuando de defender lo que quiero se trata.
Y si volteaban a la arena central podía encontrarme, sorprendido ante semejantes espectáculos de los cuales nunca pensé alguna vez presenciar, así que poco a poco y de puntitas, empecé a retirarme de la arena hasta desaparecer de mi cabeza semejantes actos para empezar el día de mañana con una nueva y mejorada función.
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