Esta es la historia de una pequeña niña, ¿su nombre? no importa aún; se trata de una chiquita de 9 o 10 años de edad de cabello largo y oscuro, tan oscuro como la noche que le contrastaba con su piel blanquecina. Todos los días la podías ver con un camisón largo que arrastraba al caminar, que aunque no lo hacía tan seguido, tenía ya rasgado los holanes de color hueso. Así transcurrieron los días, las semanas y los años; la pequeña que siempre se encontraba firme como estatua mirando por la ventana ya no era más una niña, sino toda una jovencita con todo lo que ello implica. Yo seguía intrigado por lo que había tras la ventana y al asomarme podía ver a lo lejos una hilera de grandes eucaliptos que se mecían con el viento. De un lado  --fuuuhhhhh-- para el otro lado -------fuuuhhhh------ el viento era quien los hacía danzar y cantar, pues el sonido de sus hojas jugando con el viento era tan arrullador, que en un momento llegué a pensar que era el motivo por el cual la chica se encontraba ahí.

Recuerdo que la última vez que la vi en esa casa fue cuando llegó la compañía constructora a demolerla. Se trataba de inmueble ya viejo pero con un hermoso estilo victoriano que al entrar, olías una tenue fragancia a madera. El problema aquí era que la chica era la única que vivía ahí y el gobierno local necesitaba de ese espacio para construir la nueva carretera prometida en las elecciones pasadas. El caos comenzó, la inmensa bola de acero empezó a golpear la cocina, seguida de la sala; todo estaba oscuro por el polvo de los escombros que caían del techo, del piso; esto lo se porque yo me encontraba en el marco de la puerta de su cuarto observándola como todos los sábados, ¡Estábamos atrapados! La demoledora estaba a todo lo que daba golpeando las paredes y  nuestra única salvación era escapar a través de un pequeño agujero de no más de  30x30cms; para ambos, en teoría, era físicamente imposible salir por ahí, pero fue ahí que me sorprendió ver a la chica hacer diferentes movimientos para atravesar el agujero, primero el brazo derecho, luego la cabeza, con un ligero movimiento el brazo izquierdo ya estaba del otro lado, solo faltaba su torso y sus piernas que en un pestañeo se veían del otro lado del agujero. Cuando estaba del otro lado, la jovencita gritó con todas sus fuerzas al grado en que la máquina se detuvo como si se hubiera congelado y la demolición cesó inmediatamente; fue así como pude salir de semejante ruina....

Jélica trabaja en el Black Circus como contorsionista desde esa fecha y cuando no se encuentra tratando de entrar en una caja de cristal de 30x30cm la pueden ver montada sobre una abejita en el Carrusel del Circö.